domingo, 24 de marzo de 2013

LA VERDAD DE UN ZORRO

 

Siempre existieron palabras que me destrozaron las costillas.

Tu nombre es la afirmación más alta de estas horas huyendo de la soledad. Mi soledad habitaba en cada uno de los peldaños donde mora la mirada de los perros y las crepsálidas.

Ellos no sabían de mis sueños agusanados y rotos, de mis dolores paridos y negados alrededor de una vieja costumbre.

Tuve que esperar el carro en una esquina a diario en contra de mis convicciones

O colgarme del teléfono extrañando repudiadas ausencias espeluznantes a mis once años.

La poesía era una sutil evasión de solitarios.

Ellos no lo sabían, sino se habrían empeñado en hacerme la vida imposible.

En armar arquitecturas prodigiosas a mis ojos, cuerpos increíbles que me encandilaran para engatusarme como a un ingenuo zorro.

Y yo era un joven zorro lleno de belleza.

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